En el universo de Asimov, los humanos estamos a salvo de los robots gracias a la primera ley de la robótica, una orden programada en los cerebros positrónicos de los autómatas que impide que hagan daño a un humano.
En el mundo real, sin embargo, no hay cerebros positrónicos ni leyes que valgan.
Un robot es una máquina sin conciencia, como demuestra el trágico suceso ocurrido a finales del pasado mes de mayo cuando el robot cortacésped Spider ILD 01 acabó con la vida de un jardinero municipal danés. El jardinero manejaba la máquina por control remoto y la hizo descender una pronunciada pendiente, lo que alteró el centro de gravedad de este pequeño monstruo de 245 kilos. La máquina cayó sobre la cabeza del jardinero y le clavó una de las cuchillas.
El suceso ha puesto en alerta a los usuarios de este tipo de máquinas. A la venta desde hace unos años, los cortacéspedes robóticos cada vez son más comunes en los jardines. Son cómodos, no requieren demasiada supervisión y muchos son eléctricos, ventajas con las que han conseguido desplazar al cortacésped tradicional de motor diesel o la desbrozadora, que requiere un operario. La mayoría son bastante inofensivos porque ni se desplazan rápido ni tienen mucha potencia o capacidad de corte.
Pero, aunque a veces lo parezcan, no son inteligentes.
Estamos hablando de una máquina equipada con una buena colección de cuchillas y que se mueve siguiendo un patrón preprogramado o creado de forma aleatoria en su pequeño cerebro de chips.
Una aspiradora-robot en casa no representa peligro alguno, lo peor que puede pasar es que choque con nosotros y trate de aspirarnos el pantalón.
Con un robot segadora, sin embargo, hay que tener cuidado. Incluso si, como en este caso, se maneja por control remoto.
Los fabricantes suelen recomendar una distancia de seguridad cuando una máquina de estas características está en funcionamiento. En el caso de este robot semi-industrial de 245 kilos, estas medidas son para tenerlas muy en cuenta. La máquina se consideraba un prodigio del diseño y había recibido un premio internacional Red Dot por su estética y prestaciones pero ahora varios ayuntamientos les han echado el freno a la espera de ver qué falló en Dinamarca.
En nuestro hogar basta con tener un poco de sentido común.
¿Acercaría usted los dedos a una batidora enchufada?
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